lunes, 23 de noviembre de 2015

Bases neurológicas de la mentira.

Mentir es un comportamiento complejo, no existe un centro de la mentira sino múltiples áreas cerebrales que interactúan. Cada tipo de mentira requiere su propio conjunto de procesos neuronales. Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn (de la Universidad de Harvard en Massachusetts), han constatado que las mentiras bien organizadas requieren la activación de distintas partes del cerebro y altas dosis de concentración. De hecho comprobaron las diferencias cerebrales que hay entre una mentira espontánea y una elaborada

La mentira espontánea parece estimula una parte del lóbulo frontal relacionado con el funcionamiento de la memoria y la mentira elaborada estimula otra parte distinta de la corteza frontal derecha relacionada con la memoria episódica. La memoria episódica se relaciona con las experiencias de la vida centradas en uno mismo y es necesaria para recordar el pasado e imaginar el futuro.



Según este estudio realizado por Ganis y Kosslyn, ambos tipos de mentira siguen redes neuronales diferentes y, a la vez, ambas son distintas a cuando se dice la verdad. En la mentira espontánea, hay una huella más fuerte en el córtex cingular anterior, área que facilita la supresión de lo que habría sido una respuesta verdadera. Además presumiblemente es más rica en detalles ya que se basan en imágenes visuales o sentimientos que están codificados en varias partes del cerebro. 



Cuando las mentiras son elaboradas o ensayadas hay una mayor activación en la zona del córtex frontal anterior derecho, área involucrada en la activación de la memoria episódica como he indicado en el párrafo anterior.


La mentira y la verdad involucran distintos tipos de trabajo cognitivo. 

La mentira es capaz de estimular regiones en la corteza cerebral que se activan durante ciertas actividades de memoria y pensamiento. Mentir implica un procesamiento más profundo que decir la verdad. En el acto de mentir están implicados varios procesos cognitivos con su representación cerebral correspondiente como: la toma de decisiones, la implicación de emociones positivas y negativas y la memoria.


Las personas mentirosas son menos propensas a preocuparse por asuntos morales. 

Las personas cuando toman decisiones morales utilizan la corteza prefrontal. En estudios con mentirosos patológicos, mediante el procedimiento de resonancias magnéticas, se ha comprobado que estos tienen una reducción de su sustancia gris y aumento de la sustancia blanca en comparación a los controles normales. Además, cuando se miente se activan las zonas del córtex frontal que desempeñan un papel en la atención y concentración y las áreas de vigilancia para evitar posibles errores y suprimir la verdad.


En la mentira se da una carga cognitiva que provoca una mayor activación de las mismas zonas. 


Las zonas cerebrales que participan tanto en la verdad como en la mentira son el lóbulo frontal, sistema límbico y lóbulos temporales (derecho e izquierdo) con la diferencia de que en la mentira son más la áreas que se activan en estas zonas, destacando el sistema límbico que es donde residen las emociones positivas y negativas. 

La mentira puede ser considerada como un mecanismo de defensa que se desarrolla en el cerebro y que puede entrar en acción cuando nos sentimos amenazados. 
Es necesario afrontar nuestros errores y no caer en la mentira ya que el coste puede ser muy caro porque al final el mundo irreal al que podemos llegar nos conduce a un gran vacío, desequilibrio psicológico e inseguridad, llegando a una soledad absoluta y una baja autoestima.


Fuente de información del estudio de Giorgio Ganis y Stephen Kosslyn (de la Universidad de Harvard en Massachusetts) en Sally Satel,Scott O. Lilienfeld, Brainwashed: The Seductive Appeal of Mindless Neuroscience. Basic book, N.Y. (p.91)

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